Cencerros (En recuerdo de Tatjana Pavlovic)
Masthead: La flor de mi secreto (Almodóvar, 1995)
*Por Roberto Carlos Ortiz
En la última escena de Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999), la dramática actriz de teatro Huma Rojo (Marisa Paredes) sale de su camerino lista para ir a escena. Un primer plano la muestra en la puerta cuando gira su cabeza hacia la cámara, dice “Te veo luego” y se voltea para salir del cuadro. Huma se dirige a su amiga Manuela (Cecilia Roth), quien ha pasado la mayor parte de la película procesando en silencio la muerte de su hijo Esteban cuando cumplió 17 años. Poco antes, Manuela ha visto que Huma tiene la foto de Esteban en el espejo de su camerino, entre una foto de su (ex)amante Nina y la actriz Bette Davis. Huma le explica que tiene la foto “en depósito” tras la muerte del padre de Esteban, pero Manuela le dice que se la quede. Huma se emociona, aunque en realidad no lo conoció y la foto no aporta mucha información: muestra el rostro de un joven de tez blanca cuyo mirar hacia la cámara se presta para diferentes interpretaciones. El “te veo luego” queda como un asunto pendiente, pues ahí acaba la trama.

Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999)
Al final de Volver (Almodóvar, 2006) la aguerrida y sensual Raimunda (Penélope Cruz) sale ansiosa de su casa para ver a su madre Irene (Carmen Maura), que está en casa de su vecina. Reunidas en un plano, con sus perfiles hacia la cámara, Raimunda le dice a Irene que tiene muchas cosas que contarle y ella le responde: “¡Estoy deseandico que me lo cuentes todo, pero ahora vete! Nos veremos todos los días, entre nosotras nos apañamos”. Tras despedirse, Irene camina sola por el pasillo de la casa en donde cuida a una vecina moribunda con quien tiene otra conversación pendiente. Al inicio, Raimunda llevaba casi cuatro años en duelo por la muerte de sus padres (luego descubrió que su madre no murió). Después, en un mismo día, Raimunda perdió a su esposo y a su tía materna en lugares y circunstancias muy diferentes. Sin embargo, los múltiples enredos y revelaciones familiares con dosis de humor pueden hacer pasar por alto que Raimunda está procesando sentimientos en conflicto sobre sus muertos.

Volver (Almodóvar, 2006)
Hay una vasta bibliografía que aborda el cine de Pedro Almodóvar desde cuanta teoría crítica posible, pero en esta ocasión no me interesa dialogar con ella. Regresé a esas imágenes hace unos meses por razones personales, cuando se me ocurrió convocar a ex-compañeros de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, a contribuir textos breves en recuerdo de nuestra querida amiga y profesora Tatjana Pavlović, quien había fallecido recientemente. Al verlas nuevamente estas películas me afectaron de un modo distinto porque, entre otras cosas, las tramas de Todo sobre mi madre y Volver giran sobre mujeres en procesos de duelo y concluyen con citas pendientes que dejan al espectador con el deseo de verse nuevamente y conversar.
En Todo sobre mi madre, la historia de Manuela está enmarcada por conversaciones íntimas – madre e hijo en un apartamento, un trío de amigas en el camerino de un teatro – sobre recuerdos, maternidad y actrices. La historia de Raimunda en Volver está enmarcada por relaciones con la muerte: al inicio las mujeres del pueblo se congregan a cuidar las tumbas de sus familiares y al final un falso fantasma (la madre) cuida a una vecina moribunda por cáncer. A Manuela y Raimunda no les basta la soledad ni tener solamente un amigo, amante, familiar o pariente para procesar el duelo. Ellas necesitan y encuentran apoyo en una comunidad de amistades (recientes o de antaño) y familiares (biológicos y escogidos), de mujeres imperfectas con diversidad de edad, género y sexualidad (aunque, siendo Almodóvar, sin diversidad racial).
Las colaboraciones aquí reunidas reflejan una pequeña parte de la comunidad de colegas y amigos que Tatjana Pavlović hilvanó en sus años como profesora en la Universidad de Tulane. Los autores somos de diferentes países (Brasil, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Puerto Rico, Mexico) y con el tiempo hemos tomado rutas distintas. Algunos la siguieron contactando y viendo a través de los años, mientras que a otros la vida nos fue distanciando. Algunos compartimos con ella en Nueva Orleans y otros la acompañaron por otros lares. Pese a las diferencias y distancias, en esta ocasión Tatjana nos reúne nuevamente.

Tati 1 (collage de Alejandra Osorio Olave, 2025)
Estaba en la Ciudad de México cuando recibí la noticia de la partida de Tatjana. Salí de mi cuarto temprano en la noche para trabajar, como de costumbre. Era una noche fría de inicios de diciembre y nadie a mi alrededor la conocía ni formaba parte de mi pasado académico. ¿Cómo podía comunicar lo que significaba esta pérdida? Como Tatjana era una mujer carismática que proyectaba seguridad y buen humor es fácil pasar por alto que no encajaba en los moldes tradicionales: aspecto de muchacho eterno, intelectual, lesbiana, multilingüe, observadora, resuelta. Tatjana era una mujer blanca perceptiblemente extranjera (croata), con un notable acento cuando nos hablaba en español o inglés. A mí, como a otros, me parecía fascinante o cool, pero no todos miran y entienden el mundo del mismo modo.
La conocí primero en la universidad, pero empecé a relacionarme con ella cuando, después de su siesta diaria, Tatjana iba en su bicicleta montañera al café Rue de la Course en la esquina de la calle Magazine (el “big Rue”). El café era amargo y caro, los empleados podían ser antipáticos y uno salía del lugar con la ropa oliendo a cigarrillo, pero tenían unas mesas cuadradas de madera que eran excelentes para sentarse a estudiar y observar a la gente. Coincidimos regularmente y una tarde ella sorpresivamente me ofreció contratarme como asistente de investigación. A pesar de tener personalidades muy diferentes, de esas sesiones en el café surgió una amistad.

Dolor y gloria (Almodóvar, 2019)
Tatjana tenía el don de hacer que alguien con quien tenía trato reciente o superficial sintiera que tenían una relación estrecha. Aunque tenía gusto por los melodramas de Pedro Almodóvar, ella atenuaba mi dramatismo cuando le compartía un problema: era pragmática, me decía que lo superara (“get over it”) y siguiera adelante. Tatjana se divertía con los excesos de la cultura pop, como las canciones de Raffaella Carrà, pero era conocida por su minimalismo. El trato fácil ocultaba lo disciplinada (y disciplinaria) que era. Cuando trabajamos juntos o compartimos una mesa para trabajar por separado en el café, Tatjana amablemente imponía la división del horario (“Robertinho, cariño, ¿qué te parece si hoy…?”) y me llamaba la atención cuando me desconcentraba (“Enfócate, cariño, no te distraigas”) hasta llegar el tiempo estipulado por ella para platicar (“Ahora sí, cuéntame…”) e irse (“Chau, cariño”).
Mucho tiempo después, la noticia de su partida me encontraba trabajando en un puesto de cafés en otra ciudad, pero ella desconocía esa fase de mi vida. Uno de los varios “regaños” que me dio en este tiempo seguía vigente: debía esforzarme por mantener contacto con los amigos. Y supongo que esta iniciativa surge del deseo de aquella noche de explicar la importancia de Tatjana en las vidas de quienes la conocimos durante nuestro paso por Tulane.

Marisol rumbo a Río (Fernando Palacios, 1963)
En las publicaciones académicas, las valoraciones póstumas de profesores e investigadores suelen incluir una lista de logros profesionales que resaltan su obra escrita (con adjetivos como clave, fundacional, innovadora e influyente) y reflejan una expectativa de audacia en su campo, cambios de paradigmas y desarrollo de nuevos conceptos teóricos. Bajo esos estándares supongo que las contribuciones de Tatjana Pavlović a los estudios de cine pueden resultar modestas. En 2003 Tatjana publicó su primer libro, Despotic Bodies and Transgressive Bodies: Spanish Culture from Francisco Franco to Jesús Franco (Cuerpos despóticos y cuerpo transgresores: Cultura española de Francisco Franco a Jesús Franco), una mirada panorámica a la cultura española estructurada en torno a fechas importantes de la historia de España y la yuxtaposición de diferentes cuerpos (políticos, literarios, cinematográficos). El libro desarrolla su proyecto de tesis, defendido en 1996 en la Universidad de Washington (en esa versión el cuerpo en el título era “ninfómano” en vez de transgresor). Tatjana luego colaboró con cinco alumnas y amigas de Tulane en la creación de un libro de texto (100 Years of Spanish Cinema [Cien años de cine español], 2009), escribió otro libro de estudios culturales sobre la transformación española de mediados de los 1950s a los 60s (The Mobile Nation [La nación móvil]: España cambia de piel (1954-1964), 2011) y co-editó con Jo Labanyi una antología con textos de los mejores investigadores de cine español (A Companion to Spanish Cinema [Una guía del cine español], 2012). Además publicó varios artículos, principalmente sobre cine español, con destaque para sus aproximaciones al cine de terror del director Jesús Franco.
Quizás no sea mucho, numéricamente hablando. No obstante, Tatjana Pavlović fue una profesora muy querida en Tulane por más de veinte años y los textos recopilados (la mayoría en español, según la preferencia de los autores) en este modesto homenaje son apenas una muestra de un legado cuya significación va más allá de la habilidad para cambiar paradigmas críticos y acumular publicaciones. El texto de Felipe Victoriano recuerda a Tatjana cuando iniciaba en Tulane hasta el paso del Huracán Katrina, mientras que Maureen Shea nos lleva desde su entrevista de trabajo hasta su enfermedad. Rosana Blanco-Cano recuerda momentos importantes en que Tatjana la orientó y Gabriela Alemán resalta su manera de mirar el mundo. Camilo Gomides también evoca la mirada de Tatjana al relatar un viaje a Croacia y Alejandra Sánchez se dirige directamente a ella mediante el formato epistolar. Los collages de Alejandra Osorio Olave que acompañan algunos de los textos hacen referencias de manera ingeniosa a personajes históricos y de la cultura pop asociados con Tatjana y sus investigaciones.

Photo via Department of Spanish & Portuguese
En mi caso Tatjana fue quien, tiempo después de nuestras reuniones en el café, me convenció de retomar la escritura de textos sobre cine cuando había tirado la toalla. Su ayuda, con la complicidad de Ana López (co-organizadora con Tatjana de la conferencia “Geographical Imaginaries”, 2009), me permitió por años tener una credencial institucional y acceso a una biblioteca universitaria. Por ello cuando me siento a investigar y escribir pienso en Tatjana.
Recuerdo que una vez le preguntaron a Ana López, otra profesora de cine en Tulane que falleció de cáncer, el por qué no había publicado su libro todavía y ella, con un trago en mano, respondió casualmente: “la vida pasa (life happens)”. La vida ha pasado y ya se han cumplido un año desde que partió Tatjana y meses desde que tuve esta iniciativa. En estos tiempos que cada vez nos exigen más rapidez esta prolongada cita pendiente y la revisión de los textos me han recordado que a veces la vida, los recuerdos y la escritura fluyen de modos inesperados.
Me he tomado la libertad de acompañar los textos con imágenes del cine de Pedro Almodóvar (una referencia recurrente) y de otras películas sobre las que escribió Tatjana Pavlović. Es una relación juguetona entre textos e imágenes que evoca la estrategia de yuxtaponer cuerpos usada por Tatjana en su primer libro.
*Roberto Carlos Ortiz es escritor e investigador independiente.
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Roberto, una vida sin saber de ti. Este escrito tuyo sobre el quien era Tatiana, me conmovió mucho e hizo ver de qué manera ella tocó la vida de los estudiantes en Tulane. Confieso, conocerla poco y sentir su pérdida a una edad tan joven. Tus palabras la hacen presente y le rinden un homenaje sincero y afectuoso que nos recuerda lo valioso que son los encuentros de seres que a veces cruzan y nos acompañan en nuestro camino. Sonia